martes, 31 de agosto de 2010

El Niño Que Soy




Soy un niño con un nombre 
que me sustenta: 
llámame por mi nombre. 
Acéptame como soy: 
no me compares. 
Yo soy como tú, un individuo único 
con únicas maneras de percibir 
interpretar y expresarse. 


Aprender es agradable. 
No me lo eches a perder 
con castigos 
tareas y amenazas. 


Permíteme expresarme libremente: 
no termines mi frase 
ni culmines mis trazos 
ni rellenes mis dibujos. 
Intercambia conmigo opiniones. 
Así me ayudas a aceptar 
las críticas ajenas. 


Mírame a los ojos cuando me hables. 
De ser posible colócate a la altura 
de mi vista. 
A veces me duele el cuello 
de mirar hacia arriba. 


Sé discreto con mis asuntos: 
mis piojos, 
mi zurdera, 
mi tartamudez 
o mis rabietas; 
no van a desaparecer 
por el hecho 
de que tú las pregones. 


Déjame tomar decisiones. 
Sugiéreme y plantéame 
alternativas pero enséñame 
a ser independiente; 
a prescindir de ti. 
Estímulame para mantener 
despiertos mis sentidos.




Con ellos puedo hacer 
y rehacer el universo. 
Valora mis esfuerzos 
más que los resultados 
de mis actos. 


Así tendré ánimo 
para seguir adelante y ése 
será nuestro triunfo. 
Si asumes que yo soy 
un individuo en proceso 
de transformación (y tú también) 
podremos ser solidarios en la creación. 


Necesito límites y está bien 
que ejerzas el control pero 
hazlo con firmeza, congruencia 
preserverancia y cariño. 
No me pidas que me quede quieto 
por mucho rato. 
Tengo muchos barcos 
y trenes 
y aviones, 
caballos y mariposas 
por dentro. 


No me resuelvas las cosas 
porque me harás un desvalido. 
No supongas lo que me pasa; 
indágalo. 
Así nos ayudaremos. 
Un dato para sobrevivir 
el mañana: 
enséñame a cooperar antes que 
a competir. 


Enséñame también cómo aprender 
pero quiero aprender explorando, 
haciendo, 
viviendo. 
Necesito amar 
y ser amado. 

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